Un grupo de cineros tuvieron la ocasión de participar en una navegada por el entorno marítimo de Lisboa, disfrutando de la gastronomía, el paisaje y el paisanaje de Portugal. Esta es la crónica diaria que nos ha hecho llegar Víctor Pliego de Andrés, a la que acompaña fotografías y un vídeo, para disfrute de todos:
Primer día
La tarde del viernes 3 de diciembre, a primera hora, ya estaban en la marina de Cascais los patrones Luis y Jorge para realizar el «checking» de los dos barcos alquilados a Palmayachts. Los veleros se llaman Wildcard (Comodín) y Offspring (Descendencia) y están en perfectas condiciones. Son dos Bavaria de 45 y 41 pies, del 2020, con la electrónica más moderna y guía Imray actual. El más grande tiene el génova autovirante, además de ¡microondas y tele de plasma!, modernidades desconocidas en CINA. Nos dejan unas botellas de vino verde de bienvenida. El faro de Cascais que hay junto a la marina es muy característico, así como las murallas de la fortaleza que hay sobre el puerto.
En el transcurso de la tarde, las tripulaciones se van presentando entre los expositores del supermercado Auchan para hacer el avituallamiento y llevarlo a los barcos. Una vez repartidos los roles y literas, los gambuceros se encargan de la estiva. Los otros roles diarios son méteo y mareas, niveles, desayuno, comida y bordé. Cenamos estupendamente en Cascais pollo al horno, bueno y barato, en el restaurante Somos un Regalo. Los aseos de la marina están en obras y algo destartalados, pero son amplios.
Segundo día
El sábado 4 de diciembre resulta complicado resolver la cuestión del aparcamiento en Cascais que, por cierto, cuenta con una espectacular colección de coches de todas las épocas. Los conductores tardan en hacer las gestiones y en regresar a los barcos, que ya están listos para zarpar. Finalmente conseguimos zarpar para navegar 25 millas en unas 6 horas hasta Sesimbra, al sur de Cascais, con viento racheado y de través por el Noroeste. Al salir de Cascais nos cruzamos con multitud de veleros y escuelas de vela. Hay nubes y claros, con algo de lluvia fina y escasa. La costa baja de Caparica que vemos a babor es salvaje, tiene arenales y es un paisaje protegido. Tiene un su zona central una albufera. El cabo Espichel se eleva sobre acantilados presididos por un faro, un antiguo puesto de observación militar, el santuario de Nuestra Señora del Cabo Espichel y una pequeña ermita con cúpula de estilo islámico. El cabo correspondería al labio superior de la supuesta cara que forma la península ibérica. Nos hacemos un poco de lío con los roles diarios y la rotación de guardias.
Antes de llegar al cabo nos cruzamos un grupo de lanchas llenas de pescadores con cañas que en la distancia confundíamos con rocas (las rocas estaban más pegadas a los acantilados). Una vez doblado el cabo navegamos de aleta y nos encontramos con delfines que se acercan a jugar con la proa. Las nubes se pegan en lo alto de los acantilados. Llegamos con las últimas luces a Sesimbra, una pequeña y bonita villa pesquera, con varios clubs de buceo y un castillo en la cornisa montañosa. La costa presenta cuevas en los acantilados y vemos en la carta varios pecios que deben ser la atracción de buceadores. Las lanchas regresan con los frutos de su pesca. Hay que meter el Wildcard prácticamente a mano, pues tiene la anchura justa en el amarre. El agua del puerto es clara y se ven muchas estrellas de mar. Hacemos fotos de las tripulaciones en los pantalanes. Cenamos cerca de la lonja, en el chiringuito Lobo de Mar. Por la noche se resuelve el problema de cómo hacer diez raciones con un solo huevo.
Tercer día
El domingo 5 de diciembre amanece muy soleado. Regresamos al norte, rumbo a Oeiras, en una navegación de 39 millas contra el viento, haciendo cinco largos bordos. Antes de doblar cabo Espichel volvemos a cruzar con alguna lancha de pescadores. Las olas son cortas e irregulares. El fondo tiene un cañón con desniveles de más de mil metros. En el Offspring toman un rizo en un par de ocasiones. La comida en ceñida, con olas y escora es incómoda. Vemos de cerca y por estribor las plazas y la albufera Lagoa. Nuestro destino es un pueblo comido por un desarrollo urbanístico descontrolado que seguramente se debe a su proximidad con Lisboa. Hay que observar las balizas para evitar los bajos al sur y norte de la bahía de Lisboa, llamados Cachopo Sur y Cachopo Norte. En la costa se advierten unas torres de enfilación para la ruta hacia Lisboa, mientras dejamos a babor el islote del fuerte Bugio con su faro. Arribamos tras el ocaso, guiados por las luces y no podemos hacer trámites ni ducharnos hasta el día siguiente. Han sido nueve horas de navegación. Al Wildcard le dan amarre en el muelle de cortesía. Cenamos en un pequeño local sobre la marina. Se llama Maruto. Las rocas de la marina están llenas de cangrejos. Por la mañana nos duchamos en el aseo de las oficinas, que es pequeño y un poco antiguo. La entrada está rodeada de vallas y andamios de obra.
Cuarto día
El lunes 6 de diciembre entramos por la boca del Tajo en la bahía de Lisboa que se llama Mar de Palha (de paja). Vemos a plena luz el islote Bugio. La ola va despareciendo, así como el viento. Dejamos por babor la Torre de Belém (S. XVI) y el Monumento a los Descubrimientos (1960) y el Monasterio de los Jerónimos. Cruzamos en flotilla bajo el puente colgante 25 de Abril, que días antes había recorrido con el coche. Es un puente de hierro pintado de rojo, con peaje y un tablero inferior para el tranvía. Construido en 1960 por Salazar, toma su nombre de la revolución que en 1974 recuperó la democracia. Los coches generan un zumbido constante al circular por el enrejado. Superado el puente se ve a estribor, en Almada, el Monumento a Cristo Rey (28 metros, 1959) que imita a menor escala el Cristo Redentor de Río de Janeiro (38 m, 1931).
Nos cruzamos con los transbordadores que unen Lisboa y Almada, y nos dirigimos a motor hacia Seixal, por el canal balizado do Barreiro que nos separa de los bajos arenosos. Las aguas presentan detritos, pero la playa do Alfeite que vemos a estribor tiene muy buena pinta. Pasada la Punta dos Corvos entramos por el canal del río Judeo y fondeamos en el mismo para comer. Hay una corriente que nos hace garrear lentamente y muchos barcos en boyas. El paraje es muy bonito y está bien conservado. Vemos veleros tradicionales acondicionados para turistas y un par de molinos mareales en ruinas. Nos llegan músicas navideñas de algún local próximo y, cuando estamos con los cafés, terminando de comer, se acerca un señor en una dingi para advertirnos muy discretamente que no podemos permanecer fondeados en ese lugar.
Remontamos hacia Lisboa y damos algunas vueltas delante de la Plaza del Comercio para hacernos fotos. Es una plaza abierta al mar con unos postes para el amarre real que recuerda algo a Venecia. Pasamos a los pies de la Alfama y de muelles con grúas de descarga. Vemos zarpar a un trasatlántico alemán que se llama Aída. Seguimos por el Mar da Palha hasta la marina Parque de las Naciones en la zona de la Expo 98. El marinero nos guía desde un fueraborda para entrar al puerto por una exclusa. Hemos recorrido 22 millas en unas siete horas. La marina está llena de medusas enormes y se ha colmatado de fango en varios puntos que han quedado inutilizables. Los aseos están dentro de los pantalanes, donde también hay una zona de casas flotantes. Tras un largo paseo cenamos en el Rey del Bacalao que se promociona a sí mismo en pantallas dentro del comedor. Despierta desconfianza y bromas. Por el camino vemos edificios modernos un poco ajados y una figura gigante del Gil, que fue la mascota de la Expo. Al final del paseo, junto al puente del mismo nombre, destaca la Torre Vasco da Gama, ocupada por un lujoso hotel. Al regreso, las tripulaciones invaden algunos columpios infantiles con forma de galeón.
Quinto día
El martes 7 de diciembre en el Offspring se desayuna con salmón y Moet. Navegamos a la francesa (motor y mayor) hasta el puente atirantado Vasco de Gama (17,3 km, 1998). Damos media vuelta para regresar a Cascais y sacamos las velas. Hay claros y nubes y alguna llovizna puntual a mediodía que combatimos con un buen oporto. Viento y marea están en contra y tras dar varios bordos planos sin conseguir avanzar, ponemos motor. El Offspring consigue recuperar con el bichero una gorra arrebatada por el viento, practicando maniobra de hombre-al-agua. Volvemos a pasar delante de Lisboa, cruzamos el puente 25 de Abril y vemos a estribor de nuevo el Monumento a los Descubrimientos y la Torre de Belém. También vemos mucho mejor el Forte de San Julián (s. XVI) en Oeiras. Delante de la playa de Carcavelos nos cruzamos con muchas gaviotas y con un kitesurfista con foil. La puesta de sol con nubes sobre el Atlántico es espectacular. Llegamos a las 18.00 a Cascais tras recorrer 28 millas en 7 horas. El Offspring tiene tiempo de repostar, pero cuando amarra el Wildcard, pocos minutos después, ya han cerrado la gasolinera. Cenamos muy a gusto en el pequeño restaurante A Nova Estrela.
Sexto día
El miércoles 8 de diciembre amanece soleado. Se devuelven los barcos sin mayor incidente que algún plato roto por la escora (era de loza, de Ikea). Despedida de las tripulaciones y regreso a Madrid.
Menús a bordo del Offspring
Desayunos variados y estupendos con tostadas recién hechas. Marmitako de atún. Guiso de carne con patatas. Garbanzos con bacalao. Salchichas con puré y chucrut. Con olla expres llevada desde Madrid.
Millas navegadas: 114 MM
A continuación, puedes ver la navegada en un interesante vídeo de ARS Xtreme Produtions
Planazo!! ??
CRónica estupenda como si hubiéramos ido Gracias por compartirlo, Un viaje precioso! A la próxima, me apunto!