CINA – Navegada Internacional por el Mar Tirreno
del 24 al 31 de agosto de 2024
Crónica por Víctor Pliego
Llegada. Sábado 24 de agosto de 2024. Las tripulaciones nos vamos encontrado en la Marina Sudcantieri a orillas de mar Tirreno, en el golfo de Nápoles. Se encuentra en el pueblo de Pozzuoli (“pocitos”, que también da nombre a la grava volcánica conocida como puzolana), a unos 20 km al oeste de Nápoles. Aquí tiene su base Dream Yacht Charter, empresa con la que se han contratado los barcos, como en alguna ocasión anterior. Los patrones realizan el check-in y tomamos posesión de las naves. Recibimos y estibamos la compra, encargada por internet, conforme a uso del buen gambucero. La flota está formada por Peony (Beneteau Oceanis 46.1) y Banshee (Dufour 470). Ninguno de ellos tiene AIS. En la marina hace mucho calor y humedad. Sudamos a chorros y no tardamos en instaurar ducha de manguera en el pantalán. Será norma en la travesía. Los amarres están al final del espigón, lejos de los baños que son un tanto escasos. Cenamos en un pequeño restaurante que se llama Vini e Cucina. Somos 19 personas y los camareros están desbordados. La colaboración de un nativo que forma parte de nuestro equipo es de gran ayuda. Gracias Carlo. Dormimos mal por el calor y la humedad, pero llenos de ilusión.
Primer día de navegación. El domingo 25 de agosto zarpamos a las 10.30 tras desayunar en los barcos. Costeamos hacia el suroeste la bahía de Nápoles. La vela mayor del Peony tiene una driza doble que cuesta subir. Advertirnos que hay que evitar que el doble cabo se revire, porque roza y dificulta la izada y sobretodo la arriada. Rebasamos el cabo Misene y costeamos por las islas de Procida, pasando por delante de la pintoresca población del mismo nombre, y la isla Vivara, que es parque natural, para llegar a la Isla de Isquia, recorriendo unas 12 millas. Isquia es la mayor isla del archipiélago y tiene una cumbre de 789 metros: el monte Epomeo. En ella rodó Wilder la maravillosa comedia “Avanti” en 1972 (con la canción “Senza fine”). Pertenece una reserva marítima llamada Reino de Neptuno (permiso 40 €), con distintas zonas y grados de protección. Al entrar en el canal de Isquia tomamos un rizo y fondeamos al sur de la Fortaleza de los Aragoneses para comida y baño, en la costa este de la isla. El castillo perteneció por un tiempo a Alfonso V de Aragón durante el siglo XV. Se alza sobre un islote unido a tierra por un puente. El fondeadero está concurrido y presenta algo de aceite, pero no nos importa mucho por el sofoco.
Todas estas islas forman parte del archipiélago de Campania (nombre de la región), islas Fregleas (del griego: ardientes, en referencia a su origen volcánico y a la presencia de fumarolas); antes conocidas como Partenopeas. Después de la siesta seguimos a vela hasta Sant Angelo, en el lado sur de Isquia, unas 5 millas, rebasando la punta de San Pancracio y Capo Grosso. Las rachas llegan a 14 nudos y hacemos algún pico de 7 nudos de velocidad. El lugar es muy bonito y el muelle está delante de un elevado y redondo promontorio separado de la isla por un istmo. La marina es pequeña y no tiene servicios, aunque cuesta 253 euros por barco. Cómo iremos descubriendo en los próximos días, las marinas de este país no tienen baños. Salimos a tomar un helado y nos recogemos pronto. Aquí dormimos un poco mejor que en Pozzuoli. La isla cuenta con fumarolas y aguas termales conocidas como el Baño de Poseidón no muy lejos de nuestra recalada. También hay muchos restos arqueológicos subacuáticos.
Segundo día de navegación. Lunes 26 de agosto. Ponemos rumbo sureste, en dirección a Capri y cruzamos toda la bahía de Nápoles de lado a lado, unas 20 millas. Vamos en rumbo directo, con velocidad entre 5 y 6 nudos, a motor por falta de viento. Comemos fondeados fuera de en Marina Grande, en el lado norte de Capri. De 16.30 a 18.30 visitamos la isla. Nos lleva Siro en su gozzo (barca tradicional), a quien hemos contratado previamente. Parece una hora tranquila tras la retirada de los turistas que llegan a diario desde Nápoles, aunque el pantalán está muy movido por en constante ir y venir de lanchas. En Italia está prohibido dejar las embarcaciones fondeadas solas, por lo que se tienen que quedar guardias en cada barco. Subimos en funicular y caminamos hasta los jardines de Tiberio con vistas al sur. Al regresar obsequiamos a los centinelas con aromas de Capri: jabones y perfume de Carthusia que fabrican en la propia isla. Durante la vigilancia tuvieron que mover el Peony que garreaba por falta de cadena. Los centinelas del Banshee observaron como sacaban cerca y con éxito un ancla enrocada. Por la tarde partimos sin viento rumbo este noreste y regresamos a tierra cruzando el canal de Bocca Piccola para tomar boya hacia las 20 h en la marina de Nerano, pasada punta Campanella, detrás de punta de Montalto, a unas 6 millas.
Tercer día de navegación. Martes 27 de agosto. Zarpamos a las 11 hacia la parte sur de Capri y volvemos a cruzar el canal de Bocca Piccola. Vemos la Casa Malaparte construida por Adalberto Libera en el lado este de Capri, sobre la Punta del Massullo en 1937, con su cubierta de escaleras hacia el cielo. Pasamos junto a los famosos y espectaculares Fraglioni (farallones).
Hay multitud de barcos, lanchas, golondrinas, catamaranes y mega yates que van a la carrera para coger sitio. Muchos barcos se cruzan por la proa haciendo olas con chulería. Todo a motor. Recorridas unas 8 millas, fondeamos para baño y comida, cerca del gran acantilado detrás de punta Ventroso, al oeste de Marina Piccola.
En la orilla hay carteles advirtiendo del peligro de desprendimientos. Vemos aterrizar un helicóptero sobre un mega yate vecino. Hay cuevas a pie de mar: son famosas la Grotta Azzurra y la Grotta Bianca. En algunas entran y salen lanchas entre los bañistas. Volvemos pronto hacia punta Campanella por un aviso de tormenta que no se llega a producir. Pasamos junto a las islas de las sirenas, Sirenusas, hoy llamadas Li Galli (Gallo Lungo, La Castelluccia, La Rotonda). En la más grande, Léonide Massine encargó una villa a Le Corbusier, que luego pasó a manos de Rudolf Nurejev. Las islas son las artistas de un cráter volcánico tomando por el mar.
A las 17 horas estamos en Positano, tras recorrer unas 14 millas. Los ormeggiatore fondean los barcos muy juntos con dos amarras de proa y dos de popa que rescatan del fondo. Tardamos casi dos horas en tomar posiciones. Estamos en una “slow city” oficial según reza una de las guías consultadas. El amarre lo hace un simpático y escultural negro que trepa al barco. Se llama Muhalami. Peony está una hora dando vueltas hasta que amarran el Banshee.
Una vez terminado el encaje de bolillos pasa una lancha que recoge basura y aprovechamos para darles un montón de bolsas (30 €). También vemos una lancha que vende granizados. La boya (146 €) incluye barquero y bajamos a Positano. Es un pueblo lleno de escaleras y puentes, como todos los de la costa amalfitana, que inspiraron a Mauritius Escher. Hacemos compra en un colmado que se llama Delicatessen. Visitamos una galería de arte que tiene un estupendo y vivificador aire acondicionado. Regresamos a las 21 y nos bajan la compra hasta el bote. Cenamos tarde, tomamos limoncello y escuchamos Bach en versión de Peter Gregson. El barco no para de moverse en toda la noche.
Cuarto día de navegación. El miércoles 28 seguimos costeando hacia el este, rumbo a Amalfi, que se encuentra a unas 10 millas. Sacamos velas, pero no hay viento. Pasamos delante del Grand Hotel Tritone de Praiano, que esté en lo alto de del acantilado, antes del cabo Sottile, sobre una zigzagueante escalera blanca que baja hasta el mar. En el Peony escuchan a Pavarotti, Max Richter y Jean Michel Jarre entre otros, mientras que el Banshee bailan al ritmo de Raffaella Carrà. Llegamos a destino antes de comer. El ormeggiatore se sube al barco y toma el mando. Gulio es un hombre maduro, apuesto y seguro de sí mismo: una estrella. Mete los barcos por un canal estrechísimo y lleno de obstáculos, hasta el Pontile Coppola (220 euros), casi en la playa. Pilota sin apenas mirar la proa. Encaja el barco perfectamente y recibe un cerrado aplauso de los testigos. Ocho rumanos han observado la maniobra desde su catamarán y también aplauden. El pontile tiene grandes yates y nuestros barcos son los más pequeños. No hay servicios y la oficina es un toldo plantado en el propio pantalán. Tras comida siesta, vamos los diecinueve cruceristas a tomar en café en Smeraldino, que está sobre el mar junto al pantalán. Volvemos loca Natalia, la camarera, y nuestro embajador ayuda de nuevo con la comanda. Visitamos el claustro del Paraíso, la catedral de San Andrés sus puertas traídas de Siria y la cripta. Nos pegamos a los ventiladores que hay dentro del templo.
Amalfi fue una república marítima independiente en la Edad Media, del siglo XI al XI. En ella nació Flavio Giogia, a quien se atribuye el perfeccionamiento de la brújula moderna. Tras las visitas, cogemos el bus que sube a Ravello por una estrecha y empinada carretera. Se trata de un pueblo tranquilo, con vistas espectaculares. Visitamos la que también fue catedral (hoy ya no lo es) que conserva unos magníficos púlpitos de los siglos XI y XIII, así como una maravillosa puerta de bronce. Nos cruzamos con una boda que acaba de tener lugar allí. Luego recorrernos el jardín villa Rufolo que inspiró a Wagner (para el jardín de Klingsor, del “Parsifal”) y en el que se celebra un festival veraniego de música clásica sobre un escenario volado con el horizonte marino de fondo. Los mosquitos nos pican en los tobillos. Tras unos daiquiris, limoncelli y negronis biancos en una espectacular terraza volvemos alegres en el bus de las 21.35 para cenar en los barcos.
Quinto día de navegación. Jueves 29 de agosto. El pantalán es un hervidero. Tiene poco fondo donde rebotan las olas y el ajetreo del puerto. Il capitano Giulio saca los barcos en otra operación asombrosa y partimos a las 11 horas, retornado hacia la bahía de Nápoles en dirección sureste. Ceñimos con 8 nudos de viento que irán subiendo. El día está despejado y con el viento hay buena temperatura. Comemos en travesía y al pasar punta Campanella arrecia el viento. Vemos de lejos alguna lluvia que se anunciaba el martes. En el canal de Capri, Eolo se pone de norte, a nuestra contra.
A las 18 horas ponemos máquina para doblar el cabo de Sorrento y llegar a antes de las 19 a Sant’Agnello, según lo acordado. En la Marina Piccola de Sorrento no había sitio, y esta marina, también en Sorrento, se encuentra a una milla y media más al este. La singladura sido de más de 20 millas en 8 horas, la mayoría a vela. El puerto de Sant’Agnello se halla al pie unos grandes acantilados que parecen artificiales en buena parte. Es un muy singular; una mina llega hasta un ascensor para subir. En la parte alta hay un parque y una villa donde se celebra un concierto de jazz. Los núcleos urbanos están alejados. La puesta de sol resulta espectacular. La tripulación del Peony cena estupendamente en L’Approdo. Observamos que las bolsas de basura se dejan colgadas desde los pisos altos con un cabo y un gancho hasta la altura de la calle. El gran velero Star Flyer que vimos en Amalfi está fondeado hoy en Sant’Agnell (150 €).
Sexto día de navegación. Viernes 30 de agosto. Al partir de Sant’Agnello, el Banshee se engancha el candelero de otro barco. Regresan al pantalán para informar y se demora la salida. Finalmente zarpamos a motor, rumbo nordeste, hacia Nápoles. El viento irá subiendo y nos permite ver Nápoles a vela desde el mar. Reconocemos el Castillo Nuevo, el Palacio Real, el Castillo de Huevo en la costa, y en lo alto del Castillo de San Elmo, además de los tinglados portuarios. A las 15.30 Peony reposta (156 €) en el bonito porticciolo de la isla de Nisida (“pequeña isla” en griego), conectada a tierra por un puente de pocos metros. De forma circular, presenta en el centro una cerrada ensenada formada por un antiguo cráter. En sus laderas hay un reformatorio, que antes fue presidio. El Banshee reposta en la isla de Procida. Sin previo aviso se rompió el joytick de la hélice de proa, el cual debería estar debilitado por el uso de todo el verano, lo cual complicó las maniobras en un barco de 47 pies.
Curiosamente la base no tiene surtidores de diesel. El viento sube hasta 15 nudos y llegamos a Pozzuolli entre las 17 y las 18 horas, tras recorrer 25 millas. El check out es más puntilloso que la entrada y pretenden cargar al Peony algunos desperfectos previos que no vieron al principio. A las 21.30 cenamos todos juntos en la pizzería de Vincenzo Capuano que tiene múltiples premios. Volvemos a sufrir el calor y humedad del primer día. Tal vez sea por el bradisismo: cambios de altura en el suelo por los movimientos de la cámara magmática. Hace cuarenta años llegó levantarse 1.87 metros.
Partida. Sábado 31 de agosto de 2024. Las tripulaciones se van repartiendo por Nápoles tras ir al centro en taxis o en tren. Hay quienes se quedan de turistas visitando la ciudad, el cristo velado y Pompeya y quienes van tomando vuelos de regreso. Durante la travesía hemos recorrido en barco unas 130 millas, la mitad a vela.