Por Luis Valverde
El pasado domingo 16 realizamos una salida de crucero en Madrid, «Monotemática El Atazar, descubre sus límites”. Ya no recordamos los años que hace en que algo parecido a esto no sucede. Gracias a la colaboración de nuestros cineros armadores pudimos hacerla realidad.
Teníamos ante nosotros un largo y sinuoso perfil, fuerte viento con el que lidiar y piedras que sortear. “Tormentín y dos rizos” nos aconsejaba un marinero del Náutico. Salimos bien pronto y rizaditos, el consejo era bueno.
No pasó mucho tiempo para que tuviéramos que usar nuestras mejores habilidades para la maniobra. Las bordadas eran cortas y debían ser precisas pues, ya en ruta, las rachas venían bien roladas y el viento encañonado por las elevaciones.
A ratos, las verdes, tranquilas y escarpadas pendientes de las orillas, las aves que las sobrevolaban y el cielo jalonado de nubes nos reafirmaban en alguna de las razones por las que nos gusta navegar: El sosiego todavía lo llevamos dentro.
Llegamos hasta la presa y más allá. Nos metimos hasta que la prudencia nos aconsejó, pero no sin alcanzar la antigua rampa para barcos, que en dirección al pueblo de El Atazar, todavía persiste.
Llegamos a visualizar la antigua rampa para barcos
A la vuelta, la estampa de cruces en los bordos de los dos barcos, en lo mas angosto del recorrido, hubiera hecho las delicias de los visitantes de las laderas o algún piloto de dron, pero en su lugar os compartimos el track. Multiplicadlo por dos, a esto se le llama coser.
Track de las 27 milas náuticas recorridas
Después de una parada a la capa corrida; cosas del tormentín, para comer, apareció otra de la razones por las que navegamos: Nos metimos en regata ¡Y otros! Las pilas todavía las tenemos cargadas y las ganas de volver, intactas.